En la Pascua hay un anuncio: el Señor ha resucitado. Ese anuncio de que desde los primeros tiempos de los cristianos pasó de boca en boca; fue el saludo: el Señor ha resucitado. Y las mujeres, que fueron a ungir en el cuerpo del Señor, se sorprendieron. Sorpresa... Los anuncios de Dios son siempre sorpresas, porque nuestro Dios es el Dios de las sorpresas.
Luego viene la prisa. Las mujeres corren, se apresuran a decir: "¡Pero, encontramos esto!". Las sorpresas de Dios nos ponen en camino, de inmediato, sin esperar. Y entonces corren a ver. Las sorpresas, las buenas noticias, siempre son así: de prisa. En el Evangelio hay uno que toma un tiempo; él no quiere arriesgarse. Pero el Señor es bueno, esperándolo con amor, es Tomás. "Lo creeré cuando vea las heridas", dice. Incluso el Señor tiene paciencia para aquellos que no van tan rápido.
El anuncio-sorpresa, la respuesta a toda prisa y el tercero que me gustaría contarles hoy es una pregunta: "¿Y a mí? Mi corazón está abierto a las sorpresas de Dios, puedo ir aprisa o siempre con ese canto: "Pero, ¿mañana veré, mañana, mañana?". ¿Cuál es la sorpresa para mí? Juan y Pedro corrieron a la tumba. Los dos van creyendo. Es un proceso. En el caso de Pedro, con fe un poco mezclada con el remordimiento de haber negado al Señor. El anuncio sorprendió, el viaje fue rápido y la pregunta: "Y yo, hoy, en esta Pascua 2018, ¿qué estoy haciendo? ¿Qué estás haciendo?
(Homilía del Domingo de Pascua)