Al anunciar en evangelio, el misionero busca suscitar la fe y para  conseguir ese objetivo, dispone de varios caminos. Lo decía no hace mucho el papa Francisco: “El primer anuncio debe despertar una honda experiencia de fe en medio de un retiro de impacto, en una conversación en un bar, en un recreo de la facuultad, o por cualquiera de los insondables caminos de Dios”.

La iglesia no inventa el anuncio que debe transmitir. Ella lo recibe y lo vive. “En Jesucristo, hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres”. Es una salvación transcendente que comienza en esta vida, pero que tiene su cumplimiento en la eternidad. El anuncio de la salvación que nos llega por Jesucristo abarca el presente y se alarga en el futuro.

De hecho, el papa al referirse al anuncio del evangelio escribe: “No puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es Señor, y sin que exista un primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad evagelizadora”.

Anunciar la esencia del mensaje

El papa Francisco, en un momento histórico de complejidad y de desintegración de la llamada “sociedad de cristiandad”, de ignorancia religiosa generalizada, de dificultad para exponer “grandes síntesis” teóricas, ha acentuado la necesidad del anuncio primero como el centro de la actividad evangelizadora.

Algo así como una invitación a construir sobre cimientos sólidos. Lo sólido es lo fundamental, lo que da consistencia: “Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte”.

Cuando a este anuncio se le llama “primero”, eso no significa que está al comienzo y después se olvida o reemplaza por otros contenidos que lo superan. Es el primero en sentido cualitativo, porque es el anuncio principal, ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos.

Si nos detenemos un momento, veremos que la vida humana entera está construida sobre anuncios básicos de amor, de misericordia y de convivencia que permanecen constantemente y nos edifican, aunque la densidad de su contenido vaya tomando consistencia diferente. Así la vida humana se sostiene sobre un “te quiero”, “te necesito”, “busco la verdad”, etc., aunque cada día adquieran nuevo significado.

Primer anuncio es una manera de hablar del anuncio del Evangelio. El anuncio de lo fundamental. Una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la trasmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intentan imponer a fuerza de insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, en lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario. La propuesta se simplifica, sin perder por ello profundidad y verdad, y así se vuelve radiante y transformadora.

La dimensión social

Evangelizar es hacer presente el Reino de Dios en el mundo. En este sentido la evangelización tiene una dimensión social. En el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros.

Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana, que necesariamente debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora.

Y en el corazón de la acción evangelizadora y misionera, siempre estará la misericordia. La misericordia es el principal atributo de Dios, su identidad más íntima, y se ha manifestado de manera singular y plena en Jesucristo.

Esta misericordia es una parte esencial del anuncio. La iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la buena nueva del Evangelio. Potenciar una pastoral de la misericordia es hacer posible el anuncio del Evangelio.

Hoy como ayer, la comunidad cristiana ha de sentirse responsable y consciente del mandato recibido de su Señor de evangelizar. La vida de la comunidad es la primera pedagogía visible del anuncio del Evangelio. Nada de lo que se hace está al margen de lo que la comunidad es, vive, celebra y sirve a quienes a ella se acercan.

La comunidad cristiana, a través de su testimonio de misericordia, es la protagonista del anuncio evangelizador y misionero. Pero la comunidad no es un ente abstracto, somos cada uno de nosotros, con nuestras cualidades y nuestros defectos.

Tu, yo, cada uno de nosotros ¿qué transmitimos con nuestra vida? ¿estamos dispuestos a superar nuestros límites geográficos, sociales y mentales para anunciar la buena noticia y dar motivos de vida y esperanza a nuestros hermanos que caminan en medio de la oscuridad?

¡Quizás eso daría sentido a nuestras vidas!