¿Quién es Dios? De las muchas imágenes de Dios que a lo largo de la historia del hombre se han propuesto como auténticas, ¿cuál es la que corresponde al ser de Dios? ¿Cómo es Dios realmente? ¿Amable, severo, comprensivo, implacable, amo, justiciero, cercano, lejano, misericordioso, cruel, liberador...? A lo largo de la historia muchos han sido los que han hablado de Dios; muchos los dioses de los que han hablado. Pero la pregunta continúa exigiendo una respuesta clara, convincente, definitiva. ¿Dónde te podrá encontrar esa respuesta?                                                                                          

El hombre quiso ser como Dios, y entonces se construyó la imagen de Dios que a él más le convenía. Y así, desde el principio han sido impuestas a la humanidad imágenes de Dios que favorecían los intereses de quienes se habían endiosado. ¿Que interesaba justificar el poder? Pues un Dios a imagen y semejanza de los poderosos y, además, justificador de su poder. ¿Que había que justificar la pena de muerte? Pues un Dios que aniquila a sus adversarios. ¿Qué hacía falta justificar la propiedad privada? Pues un Dios que hace ricos a unos y pobres a otros, según le parece oportuno. ¿Que era necesario mantener tranquilo al pueblo? Pues un Dios caprichoso que manda más males que bienes, y ante el que hay que estar agradecido, a veces, resignado casi siempre, esperando que no se acuerde demasiado de nosotros. Ésta es la tiniebla que quiso, y no pudo, apagar la luz. Pero la luz brilló en medio de la tiniebla para que los hombres pudieran, finalmente, ver claro:
“...esa luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ha apagado”.

Más allá de las celebraciones o de las ideas más o menos acertadas. La Navidad nos presenta una realidad quizás poco agradable.

De pequeños a muchos de nosotros nos enseñaron al “Dios es todo”: el que todo lo puede, todo lo sabe, todo lo puede hacer, todo lo puede mandar… Y claro, la consecuencia era que si yo era hijo de ese Dios tenía que estar de alguna manera por encima de todos.

Sin embargo la Palabra de Dios (la Biblia) nos dice algo muy distinto. Cuando Dios vio que los hombres andábamos perdidos… decidió dejar de “ser todo”, para “ser nada”.

Se hizo hombre. Nació y creció en la pobreza. Fue condenado a muerte como blasfemo por los dirigentes de su propia religión. Condenado a morir fuera de la ciudad santa de Jerusalén. Igual que había nacido fuera de la ciudad de los hombres, en un establo.

En esta Navidad seguiremos diciendo cosas hermosas, pero me temo que seguiremos callando las grandes verdades de estas fiestas.

Durante su vida Jesús lo dijo con otras palabras: “si el grano de trigo no muere no da fruto”. Y el Dios de los cristianos decidió morir de forma cruel para dar fruto. Nació entre tablas de madera y lo mataron en tablas de madera. Propio del hijo del carpintero.

Creo que la Navidad solo puede tener un sentido para los cristianos. Es claro de decir y difícil de vivirlo: solo cuando estoy dispuesto a dejar de ser “yo” para que los otros crezcan, nuestra vida tendrán sentido y podremos decir que habrá sido valiosa.

Felices fiestas….